Al armenio...

Para César

Ay armenio querido, quien pudiera volver abrazos las palabras que escupe esta tormentosa noche de primavera.

Quien pudiera, Dergarabedian, hacer de la madrugada un amanecer sensato; apenas surcado por pesadillas que se desvanecen al compás de las gotas que caen.

El golpe se hace nudo de roca en gargantas que han florecido en ese jardín que sembraste de reojo. Pero al que siempre regás cuando la sequía se vuelve más intensa. Ahora, los brotes tienen brazos que dibujan oraciones escritas en presente.

Y tejen mantas esculpidas en verbos y preposiciones que, en silencio, se esfuerzan por vestir de calor al jardinero.

Para que el frío sea menos doloroso.

Para que el despreocupado hacedor de jardines no ponga rodilla en tierra cuando sopla el viento más artero...

Armenio querido, abriste tantas puertas y en el camino escondiste tantas llaves que ahora tu única salida es el cariño.

Aquí estamos. Los brotes verdes que todos los días buscan aprender tu mejor arte: el de mantener siempre la mano extendida. A veces el primer granizo vuelve a transformarnos en semillas ¿lo notaste? A veces nos dejamos la barba y hasta tratamos de imitar (mal) tu risa.

Por lo general fracasamos. Pero es en ese intento que pegamos un leve estirón para así parecer menos enanos.

Falta para dar sombra, pero las raíces murmuran chistes malos y eso nos revela que aún nos mantenemos con posibilidades de transitar el mejor camino.

Alguien pensó en raparse. Otros, aprenden a no preparar mate. Hay quienes comen el doble de lo que la naturaleza permite. Y la gran mayoría busca descifrar el significado de términos como “ironía”.

Todos entienden las reglas, pero nadie sabe cómo dejar de ser brote y empezar a ser jardinero. La exclusividad de esa sabiduría –que modelás sin darte cuenta al ritmo de una batería imaginaria– te pertenece de un modo que resulta invisible incluso a tus propios ojos.

Ahora, mientras el cielo sacude como un trapo sucio su tormenta menos poética, elevamos las hojas recién estrenadas para tratar de alcanzarte.

Para volver a burlarnos del frío.

Para darle otra merecida paliza al viento.

Ay armenio querido, quien pudiera volver abrazos las palabras.

Quien pudiera...

Comentarios

Hernán Gilardo dijo…
Sin dudas - y perdón el atrevimiento- me reconozco como uno de esos brotes que hasta el día de hoy se avergüenza cuando César lo señala como colega.

Largo camino me queda por recorrer. Es más, estoy casi seguro que no llegaré a tal punto; pero eso no importa ahora.

Siempre estaré agradecido, que en el inicio de este nuevo camino -que emprendí a mis 32 años- el armenio hizo todo lo que estaba a su alcance para pavimentarlo y hacerlo mucho más transitable.

Ya deberá rendir cuentas por el mal que le hizo al oficio de periodista al ayudarme una y otra vez. O como bien dijo alguna vez Lozano(otro tipo que me dio una mano enorme); algún día le reconocerán al armenio el bien que le hizo a la profesión contable al sacarme de la misma.

Con un nudo en la garganta,y sin nada más que decir. Todo lo que pueda agregar arruina lo que vos escribiste.

Hernán Gilardo

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