Escama
El sapo que orina al niño dormido juega a los naipes con mi sonrisa mientras esconde su carta más comprometida. Entrecierra los párpados. Alarga la pupila. Saborea la lengua que es semen azucarado y promesa asesinada a orillas de las sábanas. Siempre sospeché que el egoísmo habla primero el idioma de las caricias. Para luego desangrarse mes a mes, como una arteria cercenada a golpes de futuro. Necesito el puñal de óxido y un pozo para esconder las tripas inodoras. Afuera el viento es un mugido de ratas que enseñan a no gritar: ya tuve demasiado de dientes, cabellos y lágrimas con olor a abismo. Hoy elijo la gruta sanguínea; el pasadizo de cuerpos descarnados que conoce de memoria cada palabra y saluda con un llanto mis pasos de talones quebrados. Otra vez, la cama de clavos. El aceite hirviendo para quitarme cada fantasía de las pestañas. Tu útero de tierra muerta al alcance de cualquier salvaje que se desnude en mi nombre. La roca más pesada es la que se bambolea entre tus pens...