Argentina, a un paso de aprobar semilla resistente al 2,4-D: una auténtica arma de guerra



El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Argentina está a un paso de aprobar su semilla transgénica número 29: se trata de una variedad de soja resistente a los herbicidas glifosato, glufosinato de amonio y 2,4-D. Este último, una auténtica arma de guerra.

A continuación, les comparto un ligero fragmento del capítulo "La Fórmula", de mi investigación "Envenenados", en donde repaso la evolución histórica del 2,4-D y su origen en tiempos de conflicto bélico:

Pese a que el descubrimiento inicial tuvo lugar durante la primera contienda mundial, el verdadero punto de partida del plaguicida hay que ubicarlo en la Gran Bretaña de 1940, más precisamente en los laboratorios de la Imperial Chemical Industries (ICI).

En sus instalaciones, y tras sucesivos estudios, los científicos dieron con las propiedades herbicidas de ciertas hormonas que, producidas sintéticamente, podían regular el crecimiento de las plantas. Acto seguido, desarrollaron la molécula química del MCPA (Metil-Cloro-Fenoxi-Acético).

En el ICI no sólo se trabajó en el Metil-Cloro-Fenoxi-Acético. En el mismo lugar los británicos prepararon armas químicas basadas en una bacteria que, ya en septiembre de 2001, sacudiría la seguridad de los Estados Unidos pocos días después del atentado contra las Torres Gemelas: el microorganismo Bacillus anthracis, que sintetizado bajo la forma de Ántrax origina la contaminación por Carbunco y mata por simple inhalación.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los británicos tuvieron como plan rociar con MCPA los cultivos alemanes de papas y remolacha azucarera para, de esa forma, neutralizar dos variables vitales en la contienda: la disponibilidad de alimentos y combustibles, dado que los cultivos en cuestión también eran utilizados como base para el desarrollo de la energía que impulsó las bombas voladoras V1, V2 y V9 que Adolf Hitler disparó una y otra vez hacia Londres.

Pero los nazis se anticiparon al plan británico. Y bombardearon las instalaciones del ICI matando a miles de científicos. Dada la relevancia de las investigaciones, los especialistas que sobrevivieron fueron trasladados a Canadá y, principalmente, Estados Unidos.

Fueron, precisamente, los estadounidenses quienes completaron el círculo de desarrollo del 2,4-D. Primero, alterando la fórmula inicial del compuesto cambiando moléculas y, luego, adicionando átomos para alcanzar un desarrollo superior: el 2,4,5-T, un herbicida capaz de matar árboles de gran porte.

Entre 1944 y 1945, de acuerdo a información de las fuerzas armadas estadounidenses, el ejército de ese país evaluó los efectos herbicidas de más de 1.000 compuestos diferentes. Integraron esa nómina el 2,4-D y el 2,4,5-T.

El 2,4-D estuvo muy cerca de entrar en combate en mayo de 1945. Con la lucha entre Estados Unidos y Japón por el control del océano Pacífico en el cenit, los norteamericanos enviaron a las islas Marianas dos cargueros repletos de herbicida. El 2,4,5-T también fue de la partida.

El objetivo: destruir los cultivos nipones de arroz. La detonación de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, con su efectividad en términos de miles de muertos y poder disuasivo, le evitaría a Estados Unidos tener que recurrir a su arma química.

Un trabajo de Sebastião Pinheiro, investigador de la brasileña Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), detalla que al poco tiempo de suspendida la aplicación de los químicos sobre Japón, la estadounidense Dow, la británica ICI y un grupo de empresas menores de ambos países lanzaron el herbicida 2,4-D para su uso en campos sembrados con trigo, maíz, cebada, centeno y sorgo. Pero la presencia del producto en contiendas bélicas no se agota en la Segunda Guerra Mundial.

Así, la combinación de 2,4-D y 2,4,5-T reaparece a mediados de la década del 60, durante la guerra de Vietnam, dando origen a un arma química cuyos efectos negativos se perciben hasta hoy en ese país del sudeste asiático: el Agente Naranja.

Mediante el sistema de fumigaciones aéreas, y a lo largo de años, el ejército de los Estados Unidos roció con el Agente Naranja miles de hectáreas de selva en búsqueda de neutralizar tanto los escondites de la guerrilla comunista Vietcong como los cultivos de arroz con los que se alimentaba este grupo.

Fernando Bejarano, en una investigación publicada en 2007 por la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RA-PAL), asegura que “en el período de 1962 a 1970, unos 80 millones de litros de herbicidas, de los cuales 43 millones fueron del Agente Naranja, fueron rociados durante años por el ejército norteamericano sobre la selva sur de Vietnam, constituyendo la mayor campaña de guerra química nunca antes empleada en la historia”.

“Millones de vietnamitas así como miles de pilotos, soldados y marinos de las tropas estadounidenses entraron en contacto con la mezcla de herbicidas y han sufrido sus consecuencias. Diversos tipos de cáncer, entre ellos leucemia y linfoma no-Hodgkin, así como malformaciones, problemas severos de la piel -como cloracné-, desórdenes metabólicos y cardiovasculares han sido atribuidos a la exposición por dioxinas”, agrega.

Las consecuencias tóxicas del uso de 2,4-D y 2,4,5-T dieron lugar a distintos litigios judiciales en años posteriores a la guerra de Vietnam:

• En 1979, 15.000 veteranos de guerra estadounidenses demandaron a las empresas productoras del Agente Naranja. Dow, Monsanto, Diamond Shamrock, Uniroyal y Hércules, las denunciadas.

• En 2004, la Asociación Vietnamita de Víctimas del Agente Naranja demandó por crímenes de guerra ante una Corte Federal de los Estados Unidos a las 37 corporaciones químicas que fabricaron y distribuyeron el compuesto durante los años de contienda. Otra vez, Dow y Monsanto aparecieron entre las acusadas.

• En 2006, una Corte de Corea del Sur sentenció a Dow y Monsanto a compensar a 6.800 coreanos afectados por el Agente Naranja durante la guerra de Vietnam.

Durante la década del 80, las químicas retiraron al 2,4,5-T del mercado pero siguen adelante con la comercialización del 2,4-D. Pero, dado el cuestionamiento que a nivel internacional comenzó a pesar sobre el producto, los fabricantes decidieron mudar sus plantas a países en desarrollo.

Así es como, en la actualidad, los grandes fabricantes del herbicida se distribuyen entre China, Taiwán, México, Brasil, Indonesia y Argentina.

En el mundo, Noruega, Dinamarca, Suecia son algunos de los países que prohíben el uso de 2,4-D. El veto también cuenta para diversas zonas de Estados Unidos y Canadá. Mientras tanto, la producción de 2,4-D sigue a todo vapor en la Argentina. Su aplicación, en tanto, ya enfrenta algunas barreras: provincias como Chaco, Tucumán, Santiago del Estero, Entre Ríos o Córdoba, restringieron su uso.

“En Entre Ríos está prohibido, pero eso es lo que dice una ley. Y son pocos los que la cumplen. Acá se sabe que tiran 2,4-D y de otros productos no se tiene idea porque lo cierto es que no se controla nada. Hay que pensar que apenas el 50% de los aparatos aplicadores terrestres que operan en Entre Ríos están declarados. Lo mismo pasa en otras provincias. Los productores hacen lo que quieren con el 2,4-D”, aporta Roberto Lescano, médico clínico y especialista en la problemática de las fumigaciones en el centro del territorio entrerriano.

La ausencia de controles lleva a incidentes como el denunciado en noviembre de 2008 en Tornquist, una localidad de casi 8.000 habitantes situada al sur de la provincia de Buenos Aires. En dicho pueblo, ubicado muy cerca de la turística Sierra de la Ventana, se detectó 2,4-D en toda la red de agua potable.

Pese a la gravedad del hecho, nunca se conocieron los responsables del vertido. Y todo concluyó con la Municipalidad de ese distrito distribuyendo agua embotellada hasta que el servicio volvió a la normalidad. En esa zona del mapa bonaerense se sigue utilizando 2,4-D.

Comentarios

Guadalupe dijo…
Impresionante Patricio.

Este es un mundo que desconocía hasta que leí tu libro.

El saber nos obliga a tomar postura y es imposible mirar para otro lado cuando es tan claro hacia donde vamos.

Abrazo

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