Nació "Paganos", la primera antología sobre santos populares de la Argentina


Hace casi cuatro años tuve una idea. Destaco la referencia cronológica porque, bueno, las ideas rara vez fluyen de manera copiosa. Y lo mío nunca fue un testimonio de abundancia.

Como sea, tuve una idea: generar un libro que, desde la ficción, abordara uno de los fenómenos más representativos del interior de la Argentina: la devoción por los santos populares. El culto a historias de vida que devinieron en personalidades sagradas por fuera de las iglesias. Di vueltas en torno a la temática. Indagué en las devociones más representativas. Caí en la cuenta de que, como sucede en todas las circunstancias de la vida, iba a necesitar ayuda. Un, si se quiere, socorro religioso.

Tres enviados compartieron mesa con este servidor en un bodegón de Almagro. Les comenté que ese libro que había pensado en una primera instancia como un viaje personal debía ser una antología. Que la clave estaba en el libre albedrío. Aceptaron.

En esa charla, los cuatros nos transformamos en los primeros tripulantes del Arca. Nicolás Correa y Hernán Brignardello aportarían textos. Marcos Almada haría de mi idea un objeto concreto. Lo llevaría a cabo. De lo intangible a lo tangible. De lo espiritual a lo material.

Escribí, de forma escueta, todas y cada una de las biografías de divinidades que no podían faltar: Miguel, el angelito milagro; Martina Chapanay; Alma Visitación Sibila; Gaucho Antonio María; Gauchito Gil; Adrianita, la santita de Varela; Pancho Sierra; La Telesita; Gilda; San La Muerte; El Maruchito; Lázaro Blanco; Carballito; Juan Bautista Bairoletto; Gaucho José Dolores; La Difunta Correa.

Después, vinieron los autores que debían hacer el milagro: a Correa, Brignardello y Almada se sumaron Agustín Montenegro, Cecilia Arrascaete, Martín Jali, Natalia Rodríguez Simón, Nicolás Ferraro, Esteban Castromán, Victoria Bayona, Ana Ojeda, Federico Ybáñez Herrera, Esteban Leyes, Manuel Megías, Azucena Galettini.

También recibí un santo: La Difunta Correa, protagonista de mi relato “La Propia Sangre para Engañar la Sed”, texto que concluye el libro. Que desde el primer día tuvo un nombre que llegó a mi cabeza por intermediación de quién sabe qué santo: Paganos. Pasaron los años. Se trabajó en silencio. Se sortearon montañas, precipicios, debilidades y demonios.

Hasta llegar a hoy.

El día en que, con orgullo, puedo decir que esta antología acaba de salir a la venta. Con prólogo de Hernán Ronsino, ilustraciones de Julián Matías Roldán, y contratapa de Gabriela Cabezón Cámara.

Que tendrá su primera presentación en breve, en el marco de la 40° edición de la Feria del Libro de Buenos Aires.

Y que nosotros, los escritores, también podemos ser santos.

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