Acuerdo Transpacífico, el "lado B" de la visita de Obama a la Argentina


La visita del mandatario estadounidense le permitió a Macri renovar su pedido de adhesión al polémico TPP. La alianza fija un predominio claro de las corporaciones en ámbitos como las patentes en salud y tecnología, además de favorecer juicios contra los Estados. Ingresar al TPP implicaría romper con el Mercosur

Por fuera de los actos protocolares, la camaradería de ocasión, y los detalles de color como saber cuánto gastaron las hijas de Barack Obama en sus salidas por la ciudad de Buenos Aires, la reciente visita del mandatario estadounidense tuvo como otra arista de relevancia la discusión respecto de la posición argentina ante la gran apuesta del norteamericano para su último mandato: la consolidación del Acuerdo Transpacífico, más conocido como TPP.

Este último comprende un pacto de libre comercio al que ya se han suscripto doce países, y que viene levantando polémicas fronteras hacia afuera dado el secreto que rodea a cada una de sus cláusulas de funcionamiento.

Como bien lo marca su nombre, el TPP comprende a naciones con costas en el océano Pacífico y ya cuenta con el aval del propio Estados Unidos, Chile, Perú, México, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Brunei, Japón, Malasia, Singapur y Vietnam. Uno de los objetivos confesos de la iniciativa: cortar con la influencia china en el comercio mundial, que en la última década comenzó a hacer notar con fuerza sobre todo en esta parte del planeta.

Por supuesto, Argentina carece de salida hacia el Pacífico, pero la sola posibilidad de forjar una alianza económica con la potencia del Norte desvela a Mauricio Macri y su equipo. El presidente argentino aprovechó la visita de Obama para transmitir su deseo de integrarse a una propuesta diseñada para volver a colocar a los Estados Unidos al frente del mapa económico mundial.

Para lograr eso, Macri antes deberá sortear un obstáculo no menor: romper lanzas con los países que forman el Mercosur, bloque que desde el relanzamiento del TPP en 2009 mantiene una postura crítica respecto del tratado.

El clima de crisis política y económica de Brasil aparece hoy como una oportunidad para que Macri complete su jugada sin dañar de forma radical la relación con su hermano mayor regional. A los ojos del Ejecutivo nacional, la opinión de Uruguay y Paraguay carece de valor ante la opción de discutir intercambios comerciales con Japón, Australia, u otros destinos ya en Asia.

El inconveniente, más allá de las simpatías ideológicas del macrismo, radica en las características de un acuerdo que acumula enormes críticas incluso en los países que ya conforman el TPP.

Surgido en 2005 pero, como se dijo, motorizado principalmente a partir de 2009 con el ingreso de Estados Unidos en la alianza, el Acuerdo Transpacífico no es más que una versión ampliada del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que los gobiernos progresistas de Sudamérica lograron hacer caer en el mismo año en que se puso en marcha el TPP.

El pacto se presenta como un mero levantamiento de pautas aduaneras pero esconde mucho más: de los 30 capítulos que conforman el tratado, apenas 5 abordan ese aspecto. El grueso comprende nuevas regulaciones en derechos de autor, patentes en general, telecomunicaciones, derechos de los trabajadores e incluso medioambiente.

Fijado en secreto entre un puñado de funcionarios de los países interesados, aunque siempre con predominio de Estados Unidos, parte de lo que oculta el TPP pudo conocerse a través de distintas filtraciones llevadas a cabo por Wikileaks.

Entre las más duras se ubican las pautas para la industria farmacéutica, que comprenden la extensión de las patentes de los laboratorios por hasta 20 años. Mediante dicho mecanismo, el acuerdo cercena la posibilidad de los países integrantes puedan en el corto plazo hacer uso de las investigaciones privadas para desarrollar remedios genéricos.

Respecto de esto último, sus alcances ya levantaron la queja hasta de la Asociación Mexicana de Laboratorios Farmacéuticos. En un comunicado dado a conocer en los últimos meses, la organización alertó sobre el predominio que el TPP le asegura a las empresas estadounidenses de la salud, al tiempo que informó sobre el encarecimiento de la medicina por efecto de la extensión de las patentes. En México, el 85 por ciento de los medicamentos que se comercializan corresponden a genéricos.

Al mismo tiempo, el pacto establece pautas de control para los operadores de Internet. De esta forma, los proveedores deberán ejercer el rol de policía de los contenidos velando, principalmente, por los derechos de autor de los generadores de información. El TPP fija que los países que lo suscriban deberán desarrollar normativas para desterrar la circulación liberada de datos.

El principal énfasis del pacto, según Wikileaks, está puesto en garantizar el rédito y el monopolio de las principales industrias estadounidenses en aquellas naciones en las que prevalece la intervención del Estado en aspectos como la salud y la educación. Un aspecto no menor del tratado refiere al establecimiento de cláusulas ISDS que permiten el arbitraje privado en caso de darse un conflicto entre una compañía y un gobierno.

Un artículo del premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz explica cómo funciona este mecanismo: "Bajo estos sistemas de arbitraje de diferencias Estado-inversor, los inversionistas extranjeros adquieren nuevos derechos para demandar a los gobiernos nacionales en arbitraje privado vinculante en casos de que se instituyan reglamentos que ellos consideran como un factor que disminuye la rentabilidad esperada de sus inversiones".

"Los intereses corporativos internacionales promueven el uso de los sistemas ISDS, cuando ello se considere necesario, con el fin de proteger los derechos de propiedad donde no hay imperio de la ley y tribunales creíbles", añade el texto.

Para luego recurrir a un ejemplo: "La corporación conocida anteriormente como Philip Morris está actualmente tramitando casos de este tipo en contra de los gobiernos de Australia y Uruguay (que no es un socio del TPP) debido a que dichos gobiernos exigieron que los cigarrillos lleven etiquetas de advertencia. Hace unos años Canadá, bajo la amenaza de una demanda similar, se retractó de introducir el uso de una etiqueta de advertencia que tenía una eficacia análoga".

Para Stiglitz, acuerdos de este tipo en lugar de promover el libre comercio no hacen más que asegurarle a Estados Unidos la administración de todas las operaciones. Si bien el TPP todavía no ha sido ratificado por los congresos de los países que ya lo suscriben, lo concreto es que aquellos funcionarios que conocen al detalle la letra de la iniciativa procurarán que los avales se concreten antes de fin de año. Este apuro viene siendo denunciado por organizaciones ciudadanas como la chilena TPP Abierto.

Claro que el temor no es propiedad únicamente de los menos poderosos de la alianza en ciernes. En Norteamérica, la posibilidad de que el tratado fomente la migración de privados hacia los países con mano de obra barata alimenta la oposición de, por ejemplo, el Instituto Estadounidense del Hierro y el Acero (AISI). Pero, la realidad es que el grueso de los actores incluso de esa economía desconoce qué es lo que discute el equipo de Obama con cada actor del TPP.

El Congreso de la potencia del Norte ha tenido acceso, hasta el momento, a versiones supervisadas de ciertos apartados del tratado. Según Wikileaks, apenas tres individuos de cada país que adhiere a la alianza conoce el texto completo del TPP. El resto de los intervinientes son alrededor de 600 representantes de corporaciones como Chevron, Monsanto, Bank of America, Verizon, Microsoft, Pfizer, Exxon, Cargill, Goldman Sachs y JP Morgan, entre otros nombres.

Consciente de este hermetismo y de las desventajas que originaría una adhesión al TPP en virtud de lo expuesto, el gobierno que lidera Mauricio Macri ahora apunta a colocar a la Argentina dentro de un eje que incluso es observado de reojo en los mismos Estados Unidos y del que Europa procura mantenerse al margen. Pero, para el líder local, la nueva era de las relaciones "carnales" con Norteamérica bien parece justificar la concreción de un sacrificio que, de antemano, se percibe mayúsculo.



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Patricio Eleisegui
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