Granjas porcinas de China en Argentina: cómo México nos anticipa el desastre que viene


El estado de Yucatán, consolidado como el gran bastión de la producción de carne porcina en la nación norteamericana, concentra la peor evidencia del daño ambiental que genera la actividad.

Por Patricio Eleisegui
En Twitter: @Eleisegui


El impacto ambiental derivado de la producción masiva de cerdos en granjas es categóricamente negativo por donde se lo evalúe. Una muestra contundente de esto puede ubicarse en Yucatán, México, consolidado en los últimos años como el estado predilecto de los empresarios de la producción de carne porcina en ese país.

En el distrito en cuestión funcionan hoy 257 instalaciones de cría -43 en áreas naturales protegidas- con efecto negativo directo sobre fuentes de agua y los ecosistemas en general.

La producción de cerdos en el país norteamericano viene creciendo a una tasa de casi el 5 por ciento anual en el último lustro. El consumo en ese territorio, en igual lapso, sube a razón del 6 por ciento anual. La demanda de la carne en cuestión se ubica muy por encima del interés de compra de alternativas como el producto bovino o avícola.

Según organizaciones del rubro, generar un kilo de carne porcina en México demanda 6.000 litros de agua y cerca de 3,5 kilos de forraje -casi el doble que la misma unidad de carne de pollo-.

Un trabajo de Greenpeace que recopila cifras de organismos mexicanos expone que, con la expansión reciente, Yucatán ya es base de casi el 15 por ciento de las granjas porcícolas existentes en esa nación.

"... la producción porcina vista a partir del número de animales sacrificados para la península de Yucatán fue de 1.875.890 cerdos en 2018 (equivalente a llenar 21 veces el Estadio Azteca si tuviéramos a cada cerdito sentado en una butaca). (...) Durante el periodo 2006-2018 la producción porcina de la península aumentó en 36%...", expone el escrito.

¿Cuál es el efecto de esta producción multiplicada de cerdos? Según el mexicano Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP), el ganado porcino no absorbe la totalidad de los nutrientes que consume y excreta del 45 al 60% del nitrógeno que incorpora por alimentación, entre el 50 y el 80% del calcio y el fósforo, y expulsa del 70 al 95% de una batería de elementos: potasio, magnesio, sodio, cobre, zinc, hierro y manganeso.

"Por ende, la ausencia de manejo de estos residuos es altamente contaminante para los cuerpos receptores (agua, aire y suelo). La excreción exagerada de nitrógeno puede contaminar el suelo y el agua y dar lugar a la producción de óxido nitroso, un gas de efecto invernadero que se libera en el aire a partir del estiércol. El nitrógeno excretado por la orina se halla principalmente en forma de urea, la cual se convierte con facilidad en amoniaco y dióxido de carbono por la enzima ureasa presente en las heces", indica en un apartado el trabajo de Greenpeace antes mencionado.

En simultáneo, la enorme cantidad de estiércol que generan los cerdos también amplía fuertemente las emisiones de gas metano. La producción en granjas profundiza este problema en tanto los residuos son acumulados en mezclas con líquidos en estanques, lagunas o pozos artificiales. En estado sólido, en tanto, el volumen es tan elevado que aunque la generación de metano es menor igual se genera contaminación por exceso de materia orgánica.

Algo más acerca de los gases: dióxido de carbono y metano -de incidencia clave en el calentamiento global- aparecen como las sustancias que más emiten las granjas de producción de carne de cerdo.

De acuerdo al Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero (INEEC), durante 2018 sólo las emisiones de dióxido de carbono de los establecimientos porcícolas de Yucatán resultaron equivalentes a las derivadas del funcionamiento de 3.662.130 vehículos en México a lo largo de un año.


¿Qué ocurre con el agua? El documento de Greenpeace señala: "... del total de nitrógeno suministrado a los cerdos en forma de proteína de la dieta, únicamente entre 20 y 40% es retenido por el animal, el excedente (más de 60%) es excretado a través de las heces o la orina en una sustancia denominada purín, con potencial para contaminar las aguas."

En el trabajo "Producción ganadera y contaminación ambiental" de 2004, firmado por la dupla de científicos europeos Jaume Coma y Jordi Bonet, se expone que estos desechos "a través del proceso de nitrificación se infiltran rápidamente por el manto freático".

La experiencia arrojó, además, que "el manejo de excretas porcinas libera organismos patógenos como son las bacterias coliformes fecales".

Como último dato a tomar en cuenta al momento de exponer el daño ambiental y sanitario que origina la producción porcina a gran escala bajo el sistema de granjas vale destacar que, siempre en Yucatán, el Consejo Nacional de Población (CONAPO) constató en 2010 -etapa de despegue del modelo en esa área de México- que la zona ocupada por estos establecimientos ostentaba una "contaminación por desechos pecuarios seis veces mayor que la originada por la población humana asentada en ese lugar".

"La presencia de nitratos (NO3) en los sistemas públicos de abastecimiento de agua representa un riesgo sanitario, ya que pueden producir nitrosaminas, sustancias que aumentan el riesgo de cáncer de estómago y afecciones respiratorias, así como metahemoglobinemia (o síndrome de los niños azules)", se explica al respecto en el informe de Greenpeace antes aludido.





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Patricio Eleisegui
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