Por siempre Gigante

En una de las últimas entrevistas concedidas, hace algo más de un mes, Jorge González le pedía a la vida lo más preciado que una persona puede atesorar: “Salud. Un poco de buena salud”. Sin embargo, ayer su deseo se apagó y su corazón, tan inmenso como él, dijo basta. Víctima de una avanzada diabetes originada por la gigantoacromegalia -una enfermedad provocada por un elevado nivel en la hormona de crecimiento-, murió el Gigante González, el basquetbolista argentino más alto de la historia, de 2,31 metros.

González, de 44 años, permanecía internado en el Sanatorio Central de General San Martín, en El Chaco, a 30 kilómetros de El Colorado, la ciudad formoseña que lo vio nacer. Sus restos eran velados anoche en la Cooperativa de Servicios de El Colorado. Hacía más de cuatro años que vivía postrado en una cama, sufriendo y lamentándose porque “este mundo no está hecho para un hombre de 2 metros y 31 centímetros”.

Cuentan que Oscar Razonovich, vinculado al Hindú Club de Resistencia, fue quien lo avistó con 16 años y 2,17 metros, Y tras deslumbrar en Gimnasia y Esgrima de La Plata y Sport Club de Cañada, nombres de peso en la historia del básquetbol nacional como León Najnudel y Horacio Seguí no pasaron por alto su inusual físico y lo llevaron al seleccionado nacional.

Una gira de la Selección por España lo colocó en la escena mundial. El impacto fue tal que los Atlanta Hawks de la NBA lo escogieron en el draft, pero el peso que debía mantener para jugar le impidió debutar. Luego Richard Kane, el detector que lo descubrió en España, le ofreció hacer lucha libre. Se convirtió en una estrella mediática de la Federación Mundial de Lucha, pero una lipotimia en pleno combate, en 1996, lo alejó definitivamente de la práctica deportiva. Desde entonces, afloraron las complicaciones. También, su deseo de tener salud.

Fuente: Clarín

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