Raúl Alfonsín (1927-2009)

Me diste la primera explicación de lo que podía ser la democracia. Plena o no, pero siempre con la esperanza de que todos los días podemos hacerla mucho mejor.

De que depende de nosotros.

“Con la democracia se come, se educa, se cura”.

Certezas de que la vida cívica vale la pena.

Me diste la primera idea de lo que son las instituciones.

La sugerencia de que hay que respetarlas.

“Un médico ahí...”.

Me diste una niñez de militares al fin presos. El Nunca Más.

Y mi vieja pegando carteles con tu nombre en un pueblo de 1.000 habitantes.

Navidades de discursos entre lágrimas y fe en que todos estábamos cambiando la historia.

Aprendiendo.

"No vamos a pagar la deuda con el hambre del pueblo".

Me diste una Semana Santa de casas en orden y gargantas de rodillas. Otra vez.

Antes habíamos saltado en el balcón de la Rosada, atados al piolín del barrilete cósmico.

Me diste las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

El Comité Radical, en mi pueblo. El peludo muerto, colgando de la cola, que los peronistas dejaban en alusión al siempre oculto Yrigoyen.

Alfabetización masiva.

La eliminación de la censura.

Me diste el Plan Austral.

Mi vieja forcejeando con un empleado de supermercado que cambiaba los precios del azúcar cada un minuto.

Las cajas PAN.

“A vos no te va tan mal, gordito”.

La ley de divorcio.

La máscara de Caputo a la hora del brindis de Fin de Año.

El regreso de científicos, intelectuales y artistas exiliados.

El Plan Primavera.

La compra comunitaria, con mis viejos haciendo colas de madrugada, en pleno invierno, para conseguir polenta.

Me diste La Tablada.

La capital que no fue, en Viedma. Ahí, tan cerquita de mi Sierra de la Ventana.

Las lágrimas de mi mamá, cuando te fuiste.

El Pacto de Olivos, estrechando la mano del diablo.

Un autógrafo de cuando ya no eras presidente.

Las primeras malas palabras, cuando era un niño. Y te las dedicada como todo el mundo.

El último agradecimiento. Hoy.

Me diste...

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